LOS HUMOS DEL DIVO

Como la noche y el día. Si el otro día me hacía eco de la altivez de la diva, Catherine Deneuve, al desafiar la ley antitabaco de la Pajín, mientras, en la otra punta del mundo (física y espiritualmente) en el hotel Sheraton de Montevideo, Joaquín Sabina, protagonizaba un episodio semejante.

Pero lejos de la grandeza de la diva francesa, la cual se ofrecía a pagar la multa, el cantautor ubedano, a pesar de que fue avisado de que estaba incumpliendo la normativa uruguaya, ahora no quiere asumir las consecuencias de sus actos. Es decir, que el peso de la ley, va a recaer contra el hotel, tal y como fuentes del  Ministerio de Salud Pública de Uruguay anunciaron. Por lo que se ve, están rebuscando en el material gráfico sobre la rueda de prensa por si pudieran encalomar "una multa importante al Sheraton" según informó el director del Programa Nacional de Control de Tabaco, Winston Abascal, el “Pajín” uruguayo:"El Sheraton es el responsable de que no se fume, no Sabina. El Ministerio no sanciona a los adictos. Sabina justificó su decisión en que había un cenicero en la mesa, ajeno a que esos utensilios vienen a servir del mismo modo para fumar, como para apagar el cigarrillo, que eso es lo que, según la responsable de relaciones públicas del hotel, Anabella Jünger se le pidió. “Aún así, y entre risas, afirmó que "no iba a tirar el pucho (cigarro) ni muerto"…"En cosas como éstas pienso, sin ser nada neoliberal, que no lo soy en absoluto, que el Estado interviene demasiado en las vidas de la gente", razonó el artista”…

Si la actriz francesa se granjeó las simpatías de cuantos estaban en su rueda de prensa, plantando cara para la causa del fumador, el “roncautor” se ha ganado unos “amigos” para siempre en el hotel de la capital uruguaya, echando jeta para la causa de Sabina y nadie más.

La cosa duró

lo que es dar unas cuantas caladas

en el Sheratón.

En vez de escupir

el cigarro, en el cenicero

me dio por seguir…

De pronto me vi,

yo, más chulo que nadie y echando

la ceniza al suelo.

Y me vino el bedel, con agravios,

salió de sus labios:

“¡Se nos cae el pelo!”

Tenía razón,

pues que antes, de que esa humeante

ceniza cayó,

vino una legión

de inspectores del antitabaco

y menuda se armó.

Venían por mí,

mas les dije que yo, si fumaba

era por el vicio.

Y el paquete, le cayó al hotel…

Todo por poner

Allí, el edificio…

Y regresé…

a la habitación, 
a recoger la ropa.

A la terminal

de los viajes a Europa,

que no se den ni cuenta

de qué forma fina,

mi culpa es exenta

y que se escatima,

y huye de las cuentas

de gente sin alma,

que pierde la calma

por la nicotina,

y haciéndome el loco,

y corriendo

como nunca en la vida

me fui, con sofoco,

hasta la salida.

Y eso que yo,

fumaba tabaco, 
que no era “maría”,

para no montarla

con la policía,

como en aquellos días

de mis correrías,

saliendo a liarla,

con la compañía,

haciendo el fantoche,

(que da tontería

fumar porquería

con tanto derroche)...

Ya me lo temía:

Tardaré en volver  

al hotel, unos cuantos días

con todas sus noches.