No puedo por más que lamentar la actuación de algunos indeseables que, amparados como cobardes, en la masa, y actuando falsamente en nombre de una entidad que siempre ha presumido de señorío, insultan y vilipendian a una mujer, ajena a todos nuestros tejemanejes, que lo único que ha hecho, mal que bien, es decidirse a compartir vida y milagros con un jugador de fútbol. Espero que la cantante sudamericana pueda perdonar la falta de educación de algunos españoles, en un acto al que fue invitada por Su Majestad el Rey.
Algunos podrán decir, no sin cierta razón, que es igualmente censurable la actitud de silbar la interpretación del Himno Nacional por parte de algunos aficionados culés. Soy el primero en censurar estas actitudes, porque se hacen con el sólo propósito de ofender, pero creo que no es lo mismo. En nombre de la libertad de opinión, alguno puede ser tan zote de silbar su propio himno, llevado por sus equivocadas ideas políticas, porque con ello sólo consigue retratarse a sí mismo, y a lo absurdo de un nacionalismo que preconiza el rechazo a una competición, en la que, a la vez, quiere participar. Pero que un grupito de valientes, en nombre de la rivalidad deportiva, o de una malentendida hostilidad entre ideas políticas, pueda llegar al punto de insultar a la cara, o producirse con violencia, o hacer pasar un mal rato, a la novia (u otro familiar) de un oponente, está totalmente fuera de lugar y es una cobardía moral. Se mire como se mire.
Del “señorío”, la fama,
ni se otorga, ni se pide,
sino que más bien, se mide
desde la cuna a la cama,
al ver que al niño, a la dama,
a la gente que es mayor,
a quien se debe, al deudor,
al contrario y al hermano,
al animal y al humano,
se trata como un señor…
Amparados por la masa,
con incomprensible enfado,
le gritan, en tono airado,
a un chica y le hacen guasa.
Quién insulta y es grosero
con la novia de otro tipo,
por ser tipo de otro equipo,
ni es señor, ni caballero,
ni aquí, ni en el mundo entero,
ni tiene un dedo de frente,
ni puede ser referente
de educación, ni de honor,
puesto que es, de lo peor:
Un miserable indecente.
Y un cobarde, y un cretino,
que tiene poca cabeza,
pues comete una torpeza
como la copa de un pino…