martes, 20 de diciembre de 2011

LUCÍA, YA NO LUCE...

El 25 de noviembre llegó a España Amazon. Y con ellos, la irrupción, ahora sí, en serio, del libro electrónico, lo que puede cambiar drásticamente el panorama de la industria editorial en el país.

En un recomendable artículo en El Cultural se desmenuzaban las claves de este futuro cambio, y para entenderlo convenientemente, hacía un breve análisis de la situación actual. “Hasta ahora, quien engullía la porción más sustanciosa de la tarta del libro, según el Observatorio de la Lectura del Ministerio de Cultura, era el editor, que se embolsaba un 43% de la misma. Le seguían el librero, con un 34%, el distribuidor, con un 12'9 y, por último, el autor recibía un 10%. Por su parte, el agente cobraba en torno al 15% de los beneficios que conseguía para su autor”. Es decir, el autor, cuya creación se ha de proteger según todos, el auténtico papá de la criatura, y ojo, el único que es imprescindible en todo el proceso, recibe apenas 1 euro de cada 10 de los que soltamos los compradores de libros. Ésta es una clave que yo había mencionado en un artículo de hace ya algún tiempo.

Ante la inminencia de este auténtico tsunami que amenaza a todo un sector cultural e industrial, caben tres tipos de reacciones, la del que se amedrenta y huye, la del que combate inútilmente, y la del que asume el reto, acepta el desafío sin conformarse con que le lleve la corriente y, como los surferos, cabalga la cresta de la ola.

Lucía Etxebarria es de las que se dejan engullir por la mar salada, ya que es incapaz de ver que sea una provechosa oportunidad, sino el inexorable fin de su carrera. Al parecer, la escritora anuncia amargamente que deja de escribirdado que ha comprobado hoy que se han descargado más copias ilegales de mi novela que copias han sido compradas” y además se explica diciendoque ella cobra por copia vendida y que, si se le da un adelanto de derechos de autor, se suele estimar en función de las copias que el pasado libro haya vendido. Pero el último adelanto que ha recibido ha sido sensiblemente más bajo que el anterior: "Eso sí, lo podéis descargar en internet en cinco minutos. Y por eso, precisamente, vendió tan poco”… Esa última afirmación creo que es, al menos, opinable. Continúa la autora diciendo que ”recibe alrededor de un euro y medio por copia vendida” y ”la opción de papel no es la preferida por la mayoría”. Me pregunto si la “mayoría” lo que no prefiere son sus novelas, sin más, tanto en papel como en digital.

La amarga queja de la escritora feminista, quizá nos haga creer que estamos ante una paladina de los derechos de autor. Contrastaría con esa idea por tanto, recordar varios episodios en los que la pillaron y fue condenada por plagio, precisamente, por “apropiarse” de la obra de otros autores. Así, nos cuentan que su primera novela le “debía” mucho a Elizabeth Wurtzel, y algunos de sus primeros versos tenían, lo que llamarían Les Luthiers una “inspiración arrebatada”, sí, pero al poeta Antonio Colinas; y que párrafos enteros de su novela Ya no sufro por amor se habían imbuido tanto de la personalidad del psicólogo Jorge Castelló que éste, tuvo que denunciarla. De todos aquellos episodios ha tenido que responder judicialmente, y por lo que cuentan, con escasa suerte en los tribunales.

Quizá por tanto, su queja no sea tanto porque le roban sus ideas, sino porque crea que le roban su dinero. Como ella misma se encarga de repetir “la Cultura nunca fue gratuita” ¿Estaría apelando a que no se desintegre una industria cultural legal y tradicionalmente establecida? Bien podría ser, pero también contrastaría con su llamamiento en pro de boicotear a otras industrias, también culturales, también legales (en aquellos días, todavía sí) y también muy tradicionalmente establecidas, como la de los toros, a fin de conseguir que ésta desaparezca. ¿Y Si ella piensa que otros han de desaparecer, por satisfacer su gusto y sus ideas, por qué los demás tendríamos ahora que reaccionar cuando el chiringuito amenazado es el suyo?

Si en su queja, por el contrario, apela a nuestra sensibilidad, incluso a nuestra caridad, para quién necesita “pagarse su casa, y su IBI, y su fontanero”, también ella comprenderá que pudiéramos reclamar que hubiera tenido un sentimiento semejante con aquélla “amiga” a la que alquiló, en negro, su buhardilla, y a la cual, sacó al año y pico, de manera violenta, literalmente (nunca mejor dicho) a bofetadas, cuando no le convino que siguiera alojada allí.

No, estimada escritora, creo que la gente no ha dejado de comprar su novela porque prefiera piratearla en Internet. Los lectores de libros y los de libros electrónicos son públicos diferentes. Quizá hoy, no compran su novela porque les cuesta casi 21 euros, una obra, que sus editores (que son los que más saben de esto…) estiman que vale en realidad, un euro y medio, que es lo que le pagan a usted. Todo lo demás se les va en pulírsela, corregírsela, editársela, maquetársela, elaborarle una portada e imagen chula, con su foto, su ilustración, su diseño, su tipografía, imprimírsela, y luego, promocionársela, distribuírsela, hacer que aparezca en medios de comunicación, y finalmente vendérsela… Realmente en todo ello se marchan los 19 euros y medio, restantes. De todas esas cosas, la mitad son para corregir sus errores, para pulir sus defectos, y la otra mitad para transformarla en producto vendible y finalmente comercializarla.

Un proceso que se abarata mucho en la edición electrónica, un modelo de negocio al que las editoriales, los agentes, los distribuidores y librerías, (que son empresas, no artistas) tienen mucho más que temer que los autores. Al contrario, los escritores están llamados a ser cada vez más influyentes y protagónicos. Pero eso sí, tendrán que arriesgar más. Igual dejan de recibir esos “adelantos” de los que vivían doña Lucía y los suyos, pero a cambio, si venden, y lo hacen más, mejor y más barato, obtendrán, a la postre, más trozo del pastel.

Un escritor que sí ha comprendido el problema, diagnostica correctamente el mal y prevé cuáles han de ser los remedios, Juan Gómez-Jurado sostiene que no hay una crisis de cultura, sino de modelo de negocio, “Si el mercado está matando los modelos de negocio actuales, la solución es crear otros nuevos, no insultar a nuestros clientes. Precios flexibles, facilidad de acceso, renuncia del DRM, inmediatez e IVA reducido. Ese es el camino de la huerta a la mesa. Por el que vamos ahora sólo se va a un sitio: al cementerio”… En definitiva, “La piratería no existe”, nos dice Gómez-Jurado en un artículo para enmarcar, en el cual hay una frase lapidaria: “¿Acaso no es patente la incoherencia que existe por parte de la industria entre acusar a las páginas de descargas de “forrarse” y no intentar hacer lo mismo?”… ¿No podrían autores y editores crear en Internet, esas mismas páginas donde se compartiera, por muy poquito dinero o gratuitamente incluso, sus contenidos, pero con la posibilidad de sumarles feedback, conferencias, tuit-cams, chateos, talleres de lectura, de escritura, de los propios autores con sus lectores y admiradores, ofrecerles más y mejores cosas, añadirles estímulos, y ganar, al menos, la misma “millonada” que dicen que ganan esos supuestos piratas?

4 comentarios:

Carlos dijo...

¿Cómo que no luce mi Lucía?
tan hermosa y Rubensiana
tan maciza y Boteriana
por perderme en tus carnes¿que daría?

Tannhäuser dijo...

Magnífico artículo, digno de copiarse y guardarse para restregárselo por las narices a tanto amigo de los derechos de autor... ajenos transmutados en propios como pululan por ahí.

Y la pinnípeda, con traje de baño negro, metida en las aguas marinas, ciertamente está en su elemento.

Y está gorda, la cerda; marina, sí, pero cerda.

Le reitero mis felicitaciones por su artículo.

Love de Pega dijo...

Acertado y documentado como siempre. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Mira que lastima, si la chanchita deja de escribir, no se que sera de la cultura. Esto es el fin de una época. La cultura ha muerto, viva el jamón serrano.
Saluditos.

 
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