En estos tiempos que corren, en los que la picardía del Ayuntamiento de Barcelona para con los asuntos de sacar dinero, está siendo tristemente pública y notoria, desde que saltó a la palestra el “Caso Palau”, o con el afán por multar a los famosos que intentan promocionar nuestra urbe, el hecho de los guardias urbanos se las ingenien para mejorar sus técnicas para multar al personal no pasa de ser una anécdota graciosa:
Debo a mi conciudadano,
por vocación y deber,
el “servir y proteger”.
¡Por eso soy Guardia Urbano!
Con un radar en la mano
no evito al mal conductor,
ni corrijo al infractor,
pero gano unos eurillos
para que haga sus ahorrillos
el edil recaudador.
Era un as, en puntería,
en mis tiempos de academia
por lo que, ahora, se me premia…
¿Mi pulso, cómo sería,
que he ascendido, en este día,
a ser el que ha de llevar,
aguantándolo, el radar,
apuntando, ojo avizor,
hacía el posible infractor
para poderlo multar?
Del crimen soy el azote,
y recaudo, de rebote.
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