domingo, 21 de febrero de 2010

GUARDIOLA, A TORO PASADO

Por una cuestión de edad, no llegué a vivir el franquismo… apenas recuerdo vagamente el ambientillo de la transición… pero de los que lo vivieron, la gran mayoría cuando se “sinceran" con uno, acaban comentándote lo dura que fue su juventud, y lo rematan con que tal día corrieron delante de los “grises”… Si todas estas “sinceras” confesiones fueran ciertas, los embotellamientos ante los grises hubieran imposibilitado que corriera nadie, vamos que ni la salida de la marathon de Nueva York. Hay que decir que esta fea costumbre de apuntarse el tanto a toro pasado es tradicionalmente muy común en la naturaleza humana. Sin embargo, debo confesar que como no suelo tragarme esa patraña, tampoco suelo caer en la tentación de usarla. 

Otro de esos toros pasados a los que todo el mundo se apunta es acerca de Guardiola entrenador del Barça. Todos somos no ya expertos del fútbol, sino pitonisos balompédicos. A pesar de que las encuestas de aquellos días en los que comenzaba el Guardiolismo arrojaban una clara preferencia por Mourinho para el puesto, hoy en día es prácticamente imposible encontrar a alguien que reconozca que entonces opinara tal cosa.

Pues bien: Yo.

Yo creía que lo mejor para el Barça, y también para Guardiola, era que nuestro Pep no acabara siendo el entrenador del Barça ese año (lo que nos hubiéramos perdido…). Se veía de largo que aquélla era una maniobra de Laporta para colocar un paraguas que le protegiera del tremendo aguacero que le esperaba en las primeras jornadas de liga. Muchos escondimos los pañuelos en el primer partido en el Camp Nou después del voto de censura. No le podíamos hacer eso al bueno del Pep. Él no tenía la culpa. Y por que el entrenador era Pep, no hubo pañolada, ni abucheos, ni peticiones de dimisión, ni siquiera aunque el Barça llegara a aquella jornada sembrando algunas dudas por los malos resultados de los partidos anteriores.

Con Mourinho, hubiéramos tenido un entrenador más hecho, más experiencia, más puterio, pero desde luego, una pañolada de escándalo nada más empezar aquel partido. Un plato de mal gusto para el presidente del loro. Se lo quiso evitar, aún a costa de poner en peligro la incipiente carrera en los banquillos de una gran estrella del barcelonismo. La decisión era tan egoísta, que me repateaba las tripas que para servir a sus fines maquiavélicos, Jan Laporta pusiera en riesgo el carisma de un personaje admirado por todos los barcelonistas, pudiendo arruinar su prometedor futuro como entrenador. Por eso estaba en contra de la decisión.

Pues eso, hoy se han cumplido los 100 primeros partidos de Guardiola dirigiendo al Barça, y aquella decisión se ha demostrado un acierto absoluto, y aquella opinión mía (y la de muchos más), de haber sido escuchada nos hubiera privado del mejor año de nuestra historia. 


Y es que en esto del fútbol, aplicar la lógica, es cosa de bomberos.

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