Nuestro amado Ayuntamiento, ha decidido paliar una de las más ancestrales inquietudes que ensombrecía los semblantes de los barceloneses. A pesar de que, según la Encuesta de Serveis Municipals presentada el octubre pasado, la preocupación de los ciudadanos por los semáforos que trufan nuestro amado viario urbano, no mereció ni la más mínima mención en las 65 páginas de su redactado, el consistorio, siempre atento a la solución de los problemas (incluso cuando no existen) emprendió la ingente tarea de cambiarlos por otros nuevos. Para ello, convocó en 2.008, un concurso para el nuevo diseño (o como algunos –envidiosos, sin duda- denuncian, el plagio) de una señalización que estuviera a la altura de la cosmópolis olímpica que habitamos.
Hasta 80 millones de euros (13.311 millones de las antiguas pesetas) se van a destinar en tan magna iniciativa, por lo que se ve, completamente necesaria e ineludible. Durante la primera fase, en la que se destinarán 40 millones, se procederá a la renovación completa del 31,8% de los cruces semaforizados de nuestra ciudad, unas 600 intersecciones, con unos 10.000 aparatos. Es decir, por hacernos una vaga idea, cada semáforo nuevo nos va a costar a los barceloneses 4.000 euros (665.544 pesetas). Cabe recordar que no se colocan 10.000 semáforos nuevos, sino que éstos, sustituirán a los actuales, que mal que bien, funcionaban.
No contento con el gasto empleado, el Ayuntamiento, ha colocado estos días 3.600 banderolas, 12 carteles luminosos y 100 marquesinas en el marco de una campaña, para recordarnos que lo de los semáforos, si no lo incluimos en la citada encuesta como nuestra preocupación primordial, fue por un simple despiste. Los ciudadanos, en aquellos momentos, sin duda por una ofuscación transitoria imperdonable olvidamos hasta qué punto era necesario este dispendio, y no fuimos conscientes que nos situará a la cabeza de las grandes capitales europeas de la semaforización mundial. Qué menos que gastar unos 27.000 euros más del erario ciudadano para conseguir abrirnos la mente, y hacernos salir de nuestro craso error.
Algunos podrán pensar que éste no es el mejor momento, en el marco de una crisis económica sin parangón, para gastarse esa pasta. No, ¡esto no es dinero señores!, no me sean cutres. Peccata minuta, y más, para el alcalde mejor pagado de España.
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