Cuenta el corresponsal de Nueva York en LaVanguardia, en una preciosa crónica, la historia de un joven escritor aficionado de Manhattan, anclado a una vieja máquina de escribir, la cual ha sido la causa de que sus vecinos de oficina, no quieran ni verle aparecer, por el ruido que provoca, con el aporreamiento sistemático de sus teclas.
Esta romántica manía de tocarle las teclas a los demás, tenía desquiciada a la concurrencia de la Writers Room o sala de escritores del Village, cuyos integrantes le han conminado a irse con "la música" a otra parte, dando con sus huesos (y su máquinita), a la playa de Dumbo en Brooklyn.
Ocurrió que, Dios mediante,
a un escritor le echaron,
(sus colegas no aguantaron)
y así que cogió el portante
el bueno de Skye Ferrante …………………(leer como /eskái Ferránte/)
por ser escritor ruidoso,
de teclado escandaloso
que le dejó su abuela,
de tiempos que iba a la escuela
aquel “Wifredo el Piloso”…
¿Cómo serán los sonidos
que con la máquina emite,
que origina que le eviten,
con oídos doloridos,
sus vecinos afligidos?.
Nadie quiere compartir
su afición y sin vivir,
y tenaz donde los haya
se ha trasladado a la playa
para poder escribir.
Sus allegados en suma,
y el corrillo literario
exigen que su gregario
de Olivetti no presuma,
y que se pase a la pluma
de oca, de cisne o de pato,
¡Suelte las teclas un rato!,
¡Que lo haga, por piedad!,
¡Que se compre un i-pad
y que tire el aparato!
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