lunes, 22 de marzo de 2010

SALA i MARTIN, JECKYLL i HIDE


Xavier Sala i Martín lo ha vuelto a hacer. Es un personaje desconcertante. Sinceramente, cada vez estoy más convencido que no lo hace aposta, sino que su cabeza semeja un piso de casados primerizos. En ese piso, conviven muebles baratos de IKEA, otros antiguos heredados, enormes televisores planos, ultramodernos electrodomésticos de la lista de boda y “pongos” esperpénticos procedentes de la habitación de ambos solteros … Todo ello acaba componiendo unos espacios inclasificables, combinando rincones acogedores, con otros estrambóticos. Así funciona la cabeza de Sala. Solo así, puede en un mismo artículo equivocarse de medio a medio, y a la vez, componer una brillante disertación sobre el liberalismo. Vayamos por partes.

En su último artículo, el que hace 18 de la buena serie sobre la crisis que viene publicando en la Vanguardia, hace una crítica a una corriente de pensamiento, mediante la cual, algunos economistas señalarían como causa del desempleo crónico actual a la modernización y el cambio tecnológico. Hasta aquí de acuerdo, pero el autor, en un exceso de los suyos, acaba relacionando a estos catedráticos de economía (a los que denomina “serios”) con el Neoludismo.

Pero el Neoludismo, en realidad, es una corriente ideológica radical nacida en los años noventa, que con el objetivo de apartar a la humanidad de todo avance informático, no ha dudado incluso en recurrir a la violencia y el terrorismo. Afirmar que los economistas (serios) a los que alude Sala, son neoluditas, es tan avieso y desproporcionado como decir, por ejemplo, que Arzak, en tanto que vasco y cocinero revolucionario, es "etarra gastronómico". O sea, confundir el culo con las témporas.

En cambio, para ilustrar su tesis, ilumina el artículo con un ejemplo brillante, que con una claridad meridiana, nos enseña el camino de la productividad como única solución posible a los tiempos que nos han tocado vivir. Un auténtico manifiesto liberal: 
Me explicaré con un ejemplo: imaginemos un país con 6 millones de trabajadores que sólo produce dos bienes, pan y tomate (resulta que a los ciudadanos les encanta comer las dos cosas juntas ya que han inventado el “pan con tomate”). Las empresas panaderas emplean a 3 millones de trabajadores, cada uno de los cuales produce una barra cada día. Las tomateras emplean a los otros 3 millones de trabajadores y cada uno produce un tomate diario. Total, cada día se producen 3 millones de panes y 3 millones de tomates. Hasta aquí todo es sencillo.
Imaginemos ahora que al sector pan llega una máquina que permite a cada trabajador producir no una sino dos barras al día. La productividad de los trabajadores se dobla y eso es fantástico, ¿no? Pues no: un catedrático neoluddita explica que, dado que el sector tomate no ha mejorado y seguirá produciendo sólo 3 millones de tomates al día y dado que, con la nueva tecnología, el sector pan puede producir los 3 millones de panes con la mitad de trabajadores, los empresarios despedirán a la mitad de sus empleados. Es decir, el progreso tecnológico habrá destruido 1,5 millones de puestos de trabajo y el paro subirá hasta el 25%. ¡La innovación es una tragedia!
Todo esto sería correcto si no fuera por el hecho de que es incorrecto. Y es que el catedrático debería saber que, en un mundo donde los ciudadanos se buscan la vida, aparecerán emprendedores que verán una buena oportunidad de negocio: si crean nuevas empresas de tomate que contraten a un millón de trabajadores y crean nuevas empresas de pan que contraten al medio millón restante, podrán producir y vender en total un millón adicional de unidades de pan con tomate y el paro desaparecerá. El progreso tecnológico, pues, no habrá generado desempleo sino que la producción (el PIB) habrá aumentado en un… ¡33%!”.

Solo por leer estos renglones, merece la pena el artículo. Así que uno no sabe nunca a qué carta quedarse con Sala i Martin. No se sabe si aparecerá el buen profesor de Columbia, o el radical de chaquetas coloristas, excesivo de formas, independentista irresponsable y directivo nefasto para el FCBarcelona, en el que este doctor Jeckyll moderno se convierte a menudo.

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